Invado
tu lado de la cama, ahora tan frío, creyéndome mis falsas mentiras de que
tampoco has dejado un vacío tan grande. Me arranco el corazón y lo dejo encima
de la mesita e intento razonar con él diciéndole que me escuche de una maldita
vez, pero me mira arrogante y masculla que ya no soy su dueña. Con resignación
lo vuelvo a colocar en su sitio atascándose en mi garganta. Le suplico a mi
tenaz cabecita, pero desafortunadamente es más quisquillosa que mi corazón y
tras un intento estúpido y de consejos de manual, termino resignándome de
nuevo. Tic tac, tic tac, mi reloj
interior solo hace que cuente mis horas vacías y me entretenga repitiendo lo
poco que me importas, hasta que oigo a esa insoportable vocecilla que me grita a
los cuatro vientos: ¡MENTIROSA! Después de mandarla a paseo solo me queda
contar los días que me quedan para saber cuándo llegará el día en que no me
duelas…
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