Y caigo al vacío de nuevo. Esta vez siento que nada, ni nadie, me van a detener. Mis párpados no me dejan volver a ver la realidad; mis labios no son capaces de volver a nombrarte; mis manos notan el aire frío de la caída; mi estómago vuelve a recordar el revoltijo de palabras, acciones, reproches, sueños y mentiras. Y mi cabeza queda fuera de este nuevo golpe. No hay dolor.
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