Cada parte de ella hace que
me pregunte algo. Sus manos, como las mueve a la hora de hablar, solo con
mirarlas parece que entienda todo lo que quiere decir, ¿qué sentiré cuando me
toquen? Sus labios, la lentitud en que lleva el vaso a ellos, tan carnosos, intensos
y rojos como la sangre que corre por mi cuerpo latiendo más deprisa cuanto más
la miro, ¿a qué sabrán cuando los muerda? Su pelo, suave, no muy largo, lo
justo para querer enredar mis manos en él, la forma en que se lo tira hacia un
lado dejando una parte de su cuello al descubierto… esto solo me provoca más
tensión que ya no sé como contener, ¿le molestará si le tiro de él cuando
estemos en mi cama? Sus ojos, sus ojos son los que más preguntas hacen que me
formule, ¿por qué me mira así? Los entrecierra y hacen que sus pestañas
abaniquen el poco aire que me llega en estos momentos para poder respirar,
¿estará notando algo raro cuando me mira? ¡Para de mirarme así! ¿Cuánto tiempo
va a durar esto? ¿No podrá leerme la mente, no? Qué cojones, léemela, te
llevaría a la cama ahora mismo y allí, allí no haría falta que me preguntase
nada, lo descubriríamos todo nosotros mismos.